Saga anterior ----------> Mi mamá Silvina - Adiós Belén
Había cogido con mi mamá en la
cocina. Lo había logrado. Yo no volví a acabar, pero la situación era tan
caliente que mi pija no se bajó casi en nada.
En ese momento, justo en ese
momento en que habíamos terminado, suena el teléfono de mi mamá. Era mi tía
Marcela.
-
¿Qué pasó? – atendió mi mamá aun desnuda y con
mi pija recién saliendo de su concha y chorreando mi semen
-
Belén rompió bolsa, estamos yendo a la clínica –
dijo mi tía
-
Nos vemos ahí – dijo mi mamá
Mi madre me miró con severidad y
me dijo:
-
Me ducho rápido y nos vamos para la clínica,
pedí un Uber
-
Dale – le respondí
Lo que siguieron fueron momentos
en los que pasamos con mi madre, de ser dos amantes salvajes a la relación que
nos unió siempre, la de madre e hijo.
Fuimos a la clínica y mi madre
pidió entrar en el parto, pero fue mi tía Marcela la que le dijo que no se
enoje, pero que Belén había pedido que estuviera ella, su tía.
Mi mamá lo aceptó, después de
todo fue ella la que se separó de su hija dejándola al cuidado de su hermana
soltera.
El parto salió bien y tuvimos un
sobrino que se llamó Noah y pesó 3,400 kg. Todos felices. EL bebé fue sano y mi
hermana en 3 días volvía a mi casa, con una salvedad. Ella quería que mi tía la
acompañara.
Mi madre no se opuso. Creo que
pensó que sería lo mejor para ayudarla a mi hermana con los quehaceres del niño
y de paso nos cuidaba de que no hagamos nada pecaminoso.
El tema era como instalarnos, o,
mejor dicho, donde instalarme a mí. Mi madre estuvo rápida y me puso a mí con
ella en su habitación y a mi tía en mi cuarto con mi hermana y la cuna del bebé
en el medio.
Los primeros días fueron un poco
caóticos con el llanto del bebé y el no poder dormir de noche, pero con el
tiempo nos fuimos acomodando.
Mi madre salía a trabajar todos
los días, yo iba al colegio y mi tía se quedaba en casa con mi hermana.
Empecé a notar que mi tía Marcela
era muy buena cocinera, inclusive, mejor que mi madre. Y en esos días
disfrutábamos de los más variados menús. Un menú especial fue el que me dio la
primera oportunidad con mi hermana.
Mi tía dijo que se iba a comprar
pescado para hacer algo en el horno y que prefería comprarlo ella para ver qué
tipos de pescados había. La pescadería quedaba como a 10 cuadras de casa. Le
ofrecí mi bicicleta, pero dijo que prefería ir caminando y nos dijo:
-
¡Pórtense bien!
-
Si, tía – le dijimos
Al principio con mi hermana no
nos dijimos nada y cada uno miraba su teléfono. El bebé empezó a llorar y mi
hermana iba a darle la teta.
Yo me fui donde estaba ella y me
acerqué diciéndole:
-
Belén, quiero verte, tenés unas tetas
espectaculares ahora
-
Jajaja, siiii, viste como me crecieron?
-
Siiii
-
Bueno, ahora puedo mostrártelas porque no está
la tía
-
Siiii
-
Ella me dice que tengo que darle la teta en
privado y que vos no me veas.
-
¿Ah sí?
-
Si, parece que mamá le contó lo que hicimos
-
Yo a mamá no le conté nada – le aclaré
Entre tanto, mi hermana se sacó
ambos pechos afuera. Eran un escándalo de grandes y hermosos. Encima Belén
había engordado unos kilitos que le quedaban perfectos. Cuando sacó sus pechos
afuera se los miró y me miró diciéndome
-
¿Viste que grandes las tengo?
-
Siiii, hermosas – le dije con sinceridad
-
Queres tocarlas?
-
Claro – dije poniéndome de pie de inmediato
A todo esto, mi sobrino Noah
lloraba. Le acaricié ambos pechos con mis manos y pude volver a sentir ese
calor que me encantaba. Ahora las levanté para sentir su peso y eran realmente
pesadas, cosa que me gustó mucho.
-
Bueno dale la teta que está llorando
-
Si – dijo ella
Acomodó al bebé y se puso a darle
la teta. Estaba por guardar su otro pecho cuando la detuve.
-
Esperá, dejame un poco mas
Ella me dejó y me puse a
acariciarle el otro pecho mientras mi sobrino disfrutaba de la leche que
emanaba del otro. Le acariciaba la teta a mi hermana y miraba a mi sobrino
chupar.
-
Lo envidio – le dije a mi hermana con una risa
-
Queres chupármela?
-
¿Puedo?
-
Claro – dijo ella
Me arrodillé en el suelo y
mientras el pequeño Noah chupaba de una teta yo lo hacía de la otra. Dos
primeros lengüetazos y comencé a chupar.
-
Aghhhh que bien se siente – decía mi hermana
-
Mmmmm – yo chupaba ahora con fuerza
Belén había vuelto y en la
primera oportunidad que teníamos ya le estaba chupando las tetas. Bueno, una
sola en este caso.
Era muy morboso el cuadro de que
el bebé y yo estuviéramos chupándole las tetas a mi hermana. Ella se retorcía
de gusto y miraba alternativamente a los dos: a su hijo y a su hermano. Yo no
dejaba de chupar su pezón oscuro y duro como una piedra. Le pasaba la lengua un
rato y volvía a chupar con fuerza.
Empezó a brotar la leche y la fui
tomando. Era riquísima, yo bebía y la miraba a mi hermana a los ojos.
Pude ver su cara de terror
mirando hacia la puerta.
No escuché que mi tía había
entrado y contemplaba la libidinosa escena, a la vez que maternal. Era una cosa
surrealista.
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