Juana tiene 40 años y Martín 21. Son madre e hijo. Viven juntos desde casi siempre porque Gustavo, marido y padre respectivamente, se alejó cuando Juana tenía 22 años y Martin apenas 3. Un poco de inmadurez en ambos jóvenes padres hizo que Juana no sintiera gran rencor por la decisión de Gustavo, pero tampoco volvieron a frecuentarse y él volvió a casarse dándole más importancia a su nueva familia.
Fueron duros los primeros años para Juana, sin su madre que vivía en el interior del país, se pudo apoyar un tiempo en la madre de Gustavo, la cual la ayudaba mucho y siguió haciéndolo hasta los 6 años de Martin. A esa edad ya nació su otra nieta, Camila quien sería la media hermana de Martin y no pudo ocuparse tanto de su nieto.
Con mucho esfuerzo Juana pudo conseguir un muy buen trabajo que le permitió enviar a Martin a un colegio doble escolaridad sin necesitar de una persona extra.
Durante años crecieron y se mantuvieron muy unidos. Dormían en cuartos separados en un departamento que Juana pudo comprar gracias a un crédito que seguía pagando al día de hoy.
Cuando Martin tenía 16 años empezaron las circunstancias que voy a contar: Martín ya estaba empezando a hacerse un hombre y se notaba en su cuerpo. Había dejado de ser ese flaco desgarbado y ahora tenía un prominente pecho, brazos fuertes, unos abdominales tallados y un pene de muy buen tamaño.
Se paseaba por la casa en slips y a Juana mas de una vez se le escapaba una mirada. En una ocasión Juana estaba con Agustina, una compañera del trabajo que estaba bajo el mando de Juana y que por primera vez venía a su departamento, cuando Martín entró un short ajustadísimo y una camiseta pegada al cuerpo y las saludó a ambas con un beso.
- Uaaauuuuu! Ese es tu hijo, le soltó Agustina
- Colorada por la exclamación de su amiga, Juana asintió con la cabeza
Agustina tenía 32 años y era muy suelta a la hora de hablar de cualquier tema y el tema sexual no era la excepción.
- ¡Querida! ¡Que bomboncito que tenías guardado! ¡Y no decías nada!
- ¿Que queres que te diga? Es mi hijo…
- Bueno, sí, pero no me imaginaba que “Martincito” como lo llamas, vos era semejante potro.
- Bueno, bueno… reía Juana, pero quería detener esos pensamientos en su amiga
- La tortura que debe ser ver eso todos los días y no poder hacer nada…Agustina la pinchaba a su amiga
- Nunca lo miré con esos ojos, aclaraba Juana.
Al otro lado de la puerta Martín escuchaba todo lo que las amigas decían sobre su cuerpo y decidió jugar un poco con ellas. Sí, con ellas. El juego incluía a Juana, su madre. Se quitó la remera, se acomodó el bulto para que pareciera más grande aún y se dirigió a la heladera a buscar la botella de agua como si las dos mujeres no estuvieran ahí
- ¡Ah bueno! Se le escapó a Agustina cuando lo vio
De espalda a ellas, a Martín se le dibujó una sonrisa de triunfo
- Martin! ¡¿Podes ponerte una remera para estar en casa por favor?! Su madre quiso retarlo.
- Por mí no hay problema, le decía Agustina mientras lo miraba sugestivamente…
- ¡No, no es eso! Juana, ya molesta
- Perdón mami, es que siempre voy así en casa y no me di cuenta…
- ¡Está bien, pero hoy hay visitas! Dale, andá a tu cuarto
Martín salió y sin mirarlas se fue a su habitación
- ¡Nena!! ¡Me tenes que prestar a tu hijo! ¡Es una bomba el nene! Agustina lanzada como siempre le decía a Juana
- ¡No! ¡Mi bebé no se presta! Reía divertida Juana
- ¡Sabes las cosas que debe hacer tu bebé! Agustina se tiraba cada vez mas
- ¡No empieces Agus! Juana nunca había pensado en su hijo haciendo esas cosas
- ¡Perdón Jefa! ¡Me pasé! Perdón
- ¡No pasa nada Agus, tranquila! Me tengo que dar cuenta que ya no es un nene
- ¡Para nada! ¡Y en ninguna parte de su cuerpo parece un nene! Vos viste el...
- Agus! ¡Basta! Juana no sabía, o si, que iba a decir su amiga y empleada pero no quería oírlo
Siguieron charlando muy divertidas durante un tiempo mas hasta que Agustina se iba
- ¿Puedo ir a saludar al nene? Se reía Agustina
Juana no entendía si o decía en serio o no
- Si queres lo llamo. Martín!!! ¡Se va Agustina!!!
- ¡Chau Agustina!! Gritó Martin desde su cuarto
- ¡Chau Martincito!!! Gritaba Agustina y se mordía el labio mirando a Juana y cerrando los ojos como diciendo lo mataría a tu bebe si lo agarro
Ese día muchas cosas cambiaron para Juana. Ya empezó a mirar a Martín con otros ojos. Juana era una mujer muy bonita. Tenía un cabello rubio hasta los hombros. Un muy bien cuerpo con unos pechos medianos tirando a grandes y un culo de campeonato. Todo esto sostenido por unas piernas fuertes y torneadas. Evidentemente la genética ayudaba, pero el gimnasio era la clave para mantener todo en su lugar
Durante ese año las cosas también cambiaron para Martin. Juan Manuel su amigo le dijo un día al pasar:
- ¿Tu mamá no tiene novio?
- No, ¿por qué? Martin se sorprendió con la pregunta de su amigo
- Con lo buena que está tu vieja y con lo copada que es, candidatos no le deben faltar
- ¡Eh! ¡Pará que es mi vieja!
- ¿Qué tiene? ¡Porque sea tu vieja no deja de ser una mujer tremenda! Vos viste las tet..
- ¡Pará Juan! ¡Pará un poco!
- Ehhh, te pones celoso?! Lo pinchaba Juan a su amigo
- ¡No No! No es eso
- ¡¿Te molesta que te diga que tu vieja tiene buenas tetas?!
- ¡Sí, me molesta! ¡Yo no ando hablando de tu vieja! Martín sabía cómo responder en estos casos
- ¡Por mi hablá y decí lo que quieras! Juan no se achicaba
- Pero, ¡no lo voy a hacer porque no me parece! ¡Aunque tu vieja esté muy buena también no voy a decir nada, aunque tenga unas tetas tremendas no voy a decírtelo! Martin se divertía con este juego ahora
- ¡Ah bueno! ¿Ahora te soltaste y reconocés que tanto tu vieja como la mía está buena no? Juan lo pinchaba para ver la reacción de Martin
- ¡Y que queres que te diga si vos no tenes límite! Martin, muy astuto, había dicho más que su amigo pero quería cargar las tintas sobre él
- ¡No sé! ¡A vos también te calientan las maduras como nuestras madres y no lo querías reconocer! Juan tiró con todo
- ¡No sé, no sé! Se rieron finalmente
A partir de esa charla Martin fue encaminándose a sus 17 años con otros pensamientos y otra mirada hacia su madre. Era verdad, Juana, su madre, estaba realmente buena. Más que buena tenía un cuerpo espectacular.
Un día por la noche madre e hijo estaban viendo una película en el sillón cuando una escena de sexo empezó a mostrar a una madura seduciendo a un joven. A Juana esto le provocaba un sinfín de sensaciones y lo mismo sucedía con él. Martin en ese momento, sin proponérselo tuvo una erección descomunal que se hacía imposible de disimular, mientras en la pantalla la madura mujer corría su bata dejando expuesto uno de sus pechos coronado con un pezón fruncido, rosado y duro. Juana desvió su vista a la carpa que se formaba en el pantalón de su hijo.
- ¿Queres pararla? Dijo Juana sin darse cuenta del doble sentido que podía tener esa frase y al mismo tiempo Ji Ji, se le escapó una risita nerviosa
- Jaja! Martin se acomodó el bulto
- ¿En serio, queres que sigamos viéndola mañana?
- ¡Si! Parala! ¡Aunque ya está parada! Jajaja, reía divertido Martin
- Jajaja, se rio su madre
- Mejor, me voy a mi habitación.
- Andá a descansar, mejor
- Si si, vamos a descansar
En ese momento no sabe cómo ni porqué Juana se animó a un pequeño chiste y comentario
- A descargar y descansar, le soltó a su hijo
- Martin sorprendido por este comentario solo atinó a decir: Si Si, hasta mañana
Juana se sintió culpable. Un momento tenso lo habían resulto con humor y risas y cuando la tensión parecía haberse disipado ella tenía que soltar eso de “descargarse”
Martín contrariado fue a su habitación y se metió en la cama. No podía dormir. Dio vueltas y pensó en lo que había dicho su madre.
Juana tampoco podía dormir y daba vueltas en su cama. La visión de la erección de su hijo había tocado sus fibras más íntimas y lo sabía. Sus pezones estaban durísimos al punto de llegar a dolerle. Con muchas dudas, fue bajando su mano y metiendo los dedos dentro de la bombacha que estaba muy mojada
Martín se revolvía también. La erección que tenía ya le dolía y no dudó en levantarse y dirigirse al baño para masturbarse. Sigilosamente fue y se metió en el baño frente al espejo. Se miró, vio su cuerpo marcado y sacó su herramienta. La miró y empezó un lento sube y baja.
Juana por su parte estaba totalmente entregada al placer. Movía su mano a lo largo de su húmeda vagina. Por momentos rozaba su clítoris y se estremecía. Sabía que si lo frotaba acabaría rápidamente, pero quería que este orgasmo tardara en llegar. Quería seguir frotándose un largo rato mas
Martín se miraba en el espejo y miraba su herramienta a punto de estallar. El líquido pre seminal bañaba toda su mano y facilitaba aún más esta masturbación. En un momento le pareció oír un quejido de su madre y aguzó los oídos
Juana supo que su hijo había ido al baño a masturbarse y decidió ayudarlo a la distancia. Entregada por completo al orgasmo que se avecinaba, se frotó el clítoris y no le importó que un quejido se escapara de su boca, siguió frotándose mientras con la otra mano se estrujó un pezón. El orgasmo era inminente. Y vino. Aggghhhhhh Aghhhhhh Ahhhhhh
Martín lo escuchó y no pudo pensar en otra cosa. Su madre se masturbaba al otro lado de la pared y la eyaculación era imposible de frenar. Nunca había gemido mientras se masturbaba, pero esta vez fue más fuerte. Agghhhhh Ahhhhhh ahhhhh
Juana lo escuchaba y no podía creerlo, acabaron juntos. Sin decirse nada
Martín se sonreía frente al espejo mientras su eyaculación no daba señales de detenerse. Siete, ocho, nueve chorros salían. Sus ojos se cerraban a cada latigazo
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