Historia en curso...

Mi hermana Belén

  Belén, mi hermana, siempre fue muy exhibicionista. De mostrarse mucho en redes. Su perfil, publicaciones y stories eran un verdadero infie...

Mamá caliente (29)

 



Detrás de ellos apareció el padre Roberto que serio les preguntó:

-        ¿Qué pasó acá?

-        Nada padre, es que…los alumnos se pusieron rojos

-        Estaba hablando con ellos de la importancia de la castidad, padre, dijo la monja

Luciano y Sofía se miraron incrédulos y volvieron la mirada hacia la monja

-        Sí, hermana, dijeron juntos

-        Ahora vayan al aula

-        Sí, hermana, Adiós padre.

-        Adiós jóvenes - dijo el padre Roberto

El padre Roberto, que no era ningún tonto, la miró con recelo a la hermana y le preguntó:

-        ¿Se puede saber por qué saca del aula a dos alumnos en medio de la clase para hablar de la castidad?

-        Porque me pareció sospechoso, que ambos, siendo noviecitos, salieran juntos al baño

-        Pero…

-        Salí a buscarlos y los encontré a punto de besarse.

-        Me parece muy bien hermana

-        Gracias padre

-        A esa edad, los chicos tienen las hormonas revolucionadas

-        Sí, padre

-        Después hablamos, hermana

-        Hasta luego, padre, voy a seguir con la clase.

-        Si si.

Cuando Mariángeles volvió al aula, los tortolitos ya estaba cada uno sentado en su sitio.

Como pudo, Mariángeles llevó la clase hasta el final. Tanto Sofía como Luciano la notaban alterada al principio, pero con el correr de la clase se fue metiendo cada vez más en el tema y entre civilizaciones antiguas y preguntas de los chicos, la fue llevando.

Esa noche, en la soledad de su cuarto la hermana Mariángeles se desnudó por completo como nunca lo hacía. Se sonreía mientras lo hacía, iba quitando una a una sus prendas y la sonrisa se apoderaba de su rostro. Sabía que era pecado, pero no le importaba.

Rodeada de las blancas paredes, se acostó en la cama boca arriba y pensó en lo que había sucedido en el baño. Sintió que se humedecía. Sofía con el miembro de su novio en la boca y bebiendo su simiente. Todo esto se alborotaba en su cabeza. Miraba el crucifijo colgado y se arrepentía de haber entrado en ese baño, pero sentía la humedad de su vagina y no podía reprimir los pensamientos. ¿Por qué lo había hecho? ¿Fue el diablo quien la tentó a hacerlo? ¿Era el mismo diablo quien ahora le traía a la cabeza la pij? perdón Dios se decía a sí misma, el miembro del alumno?

Cuando quiso darse cuenta era ya muy tarde y se estaba acariciando los blancos pechos, mientras pensaba en los pequeños pechos de Sofía. Su mano fue bajando suavemente, como disfrutando del roce de su propio cuerpo. Sus dedos dibujaban en su piel curvas y las yemas se separaban milímetros para sentir el calor de sus manos y su cuerpo, que a esta altura ya ardía de deseo. Su mano continuó bajando y aún con dudas la acercó a su vagina, pasando primero por sus ensortijados bellos púbicos. Jugó con ellos y se estremeció cuando la yema del dedo mayor recorrió el largo de su lubricada concha.

-        Aggghhhhhhhh susurró en la soledad de su cuarto

Siguió recorriéndose a sí misma. Auto complaciéndose y al mismo tiempo auto conociéndose. Una mujer fogosa habitaba dentro de ese cuerpo y siempre estuvo encerrada bajo llave. Ahora la visión de la pija de Luciano y la boca de Sofía parecían forzar por completo esa inviolable cerradura. El dedo mayor ya jugaba yendo y viniendo por todo el largo de la concha.

-        Mmmmmm, volvió a sentir la correntada de placer inconfundible

Sin dudarlo, se metió dos dedos en la concha, muy profundamente. Se asombró de lo bien que se sentía. Los sacó y los volvió a meter. Repitió esto varias veces. En un momento los sacó y los miró brillando de flujo, de excitación. No podía detenerse ahora. Mientras pensaba en la pija de Luciano ¿Cómo podía ser que su alumno estuviera tan dotado?

-        Aghhhh

Estaba a punto de tener otro orgasmo. El segundo del día. Eso ya no era un pecado. A los ojos del señor era una aberración, pero no podía ni quería detenerse. Era caer en la tentación del sexo. No podía ser…

-        Mmmmm aghhhhh, suspiraba de manera firme ahora

Miró para un costado y vio a ese desodorante con esa forma fálica, el tamaño le recordó a Luciano y no tardó de imaginarlo dentro suyo. El orgasmo se precipitó de manera abrupta

-        Aghhhh hahhhh ahhhhhh ahhhhhhhhhhhh

Vibraba Mariángeles pensando en esa verga hermosa dentro de su concha. Sabía que era pecado, pero no podía evitarlo. Cuando quiso darse cuenta estaba sudada y en la colcha de la cama justo a la altura de su pelvis, había una mancha de humedad. Tal había sido la excitación que había tenido que había mojado la cama. Nunca le había sucedido algo así. No era normal. Tenía que controlarse. Debía confesarse, pero ¿con quién? Nunca se animaría a hablar esto con el Padre Roberto.

Tardó en dormirse, pero luego de dar muchas vueltas lo consiguió

Ese mismo día, cuando salían del colegio, Luciano y Sofía hablaban sobre lo sucedido en el baño

-        Espero que no diga nada, dijo Luciano

-        Pero claro que no va a decir nada, decía Sofía muy segura

-        ¿Cómo estas tan segura?

-        ¿No te diste cuenta que se estaba pajeando mientras nos miraba?

-        ¿Si? ¿Cómo sabes?

-        ¿No viste la cara que puso cuando acabó? Cerró los ojos y….

-        ¿Si?

-        ¡Si, nene!

-        ¿Vos decís?

-        Sí, ¿vos no te diste cuenta?

-        Te juro que no…

-        Claro, para mí nos estuvo mirando un rato largo, decía Sofía

-        Bueno, me voy, dijo Luciano

-        Chau

Se besaron fugazmente y él le dijo

-        Bueno, pudimos hacer algo y tuvimos bastante suerte, ¿no?

-        Sí, ¡aunque yo no acabé y vos sí! Dijo ella

-        Bueno, te debo una, le dijo él

-        No veo la hora de que me la pagues

Al otro día la hermana Bianca, una especie de madre superiora de 55 años, estaba preocupada porque la hermana Mariángeles no había salido de su habitación. Fue a la puerta de la misma y golpeó con delicadeza y entró. La sorprendió ver a la hermana durmiendo, pero aun así se preocupó. La despertó suavemente.

-        ¿Qué pasa? ¿Qué hora es hermana?

-        Son las 7.30, te quedaste dormida, le dijo Bianca

Nunca se había quedado dormida en su vida

-        ¿Te pasó algo?  le preguntaba la hermana Bianca

-        No, nada

La hermana le tocó la frente y estaba muy bien, por suerte se había puesto el camisón antes de acostarse.

-        Gracias hermana por despertarme, ya voy

-        Bueno, hasta luego

-        Y le pido perdón por quedarme dormida

-        Solo el señor perdona, hermana….

-        Es verdad, discúlpeme hermana Bianca

Cuando salió de la cama notó que se había puesto el largo y blanco camisón sin nada debajo. ¿Qué le pasaba? Se puso rápidamente la ropa interior y salió a sus tareas diarias, esta vez sin siquiera desayunar.

Pasaron unos días y cuando terminó la clase de historia, Sofía se acercó a preguntarle algo a la hermana Mariángeles

-        Hola hermana, ¿puedo hacerle una pregunta?

-        Si Sofi, decime

-        Es sobre lo del otro día en el baño

La monja se puso roja, no supo cómo reaccionar y su voz no le respondía.

-        Bueno…

-        Quería preguntarle concretamente que había visto

-        Creo que es mejor dejar las cosas así

-        Yo sé, hermana, que le gustó lo que vio

-        Pero, como vas a…la monja parecía indignada con lo que escuchaba de su alumna

-        Lo vi en sus ojos y…

-       

-        Y me pareció escuchar que gemía…dijo Sofía

La monja miró para todos lados por si nadie la escuchaba. El temor que sentía era inmenso. El temor de que alguien la escuche y el temor de Dios. No daba crédito a lo que oía por parte de su alumna. La inocente Sofía la estaba poniendo contra las cuerdas. No sabía cómo defenderse. Ella una mujer de 24 años acorralada por una joven.

Tal fueron los nervios que se le cayeron las carpetas de las manos y Sofía se agachó a ayudarla. Cuando lo hizo, sin querer, Sofía abrió las piernas y la hermana pudo ver la bombacha blanca y casi se cae de espaldas, presa de un ataque repentino.

Sofía lo notó y no quiso seguir. Solo quiso jugar un poco más con la tierna monjita

-        Hermana, quédese tranquila que yo soy una tumba

-        Bueno, bueno, mejor

Pero ¿que había hecho? ¿Había reconocido lo que Sofía dijo? No supo porque acepto eso y se fue casi corriendo a su cuarto.

Llegó el fin de semana y el aburrimiento de Sofía después de estudiar era tremendo. Le pidió a la madre que la acompañe a dar una vuelta ya que no la dejaba salir sola para que no se viera con Luciano.

Estaban caminando con Eugenia, su madre, cuando ve venir de frente a una chica de estatura mediana. Inmediatamente Sofía se da cuenta que la conoce, pero no puede darse cuenta. Tiene el cabello castaño y detrás de unos anteojos que cree reconocer de inmediato ve unos ojos verdes y una cara que le sonríe

-        ¡Hola Sofía!

-        ¡¿Hermana Mariángeles?! Sofía no pude creerlo

La hermana Mariángeles está vestida sin los hábitos y se la ve en muy buena forma. Luce un suéter de escote V y un jean bastante ajustado. No parece en absoluto una monja.

-        No la había reconocido, se disculpa Sofía

-        Nadie me reconoce sin el hábito

-        Es mucho más linda…

-        Sofía! La retó la madre

-        No importa, no pasa nada, terció la monja

-        Es que…Sofía no supo que decir

-        Es que se me ve el cabello y cuesta reconocerme, ¿no? Dijo la monja divertida y con una sonrisa

La hermana se sentía segura con la madre de Sofía de por medio.

-        ¿A donde va, hermana? Preguntó Sofía

-        Vuelvo al colegio, vivo allí, ¿no sabías?

-        Sí, claro, Sofía lo sabía

-        Vengo de la casa de mis padres, pero hoy no me quedo a dormir en casa de ellos

-        Ah, ¿y no se aburre en el colegio, sola?

-        Sofía! La retó la madre

-        Tomo mates, leo la Biblia, rezo, también veo películas, escucho música y leo otras cosas que no son religiosas.

-        Ah, qué bueno

-        Cuando quieras podés venir a visitarme, se puede entrar por la puerta del costado de la iglesia

-        Si, hermana, un día voy y tomamos unos mates

-        Claro, cuando quieras

-        ¿Tiene teléfono?

-        Claro, Mariángeles sacó un lindo Samsung bastante moderno

-        E imagino que tiene WhatsApp

-        Claro, anotá mi número

-        Hermana Mariángeles, agendó Sofía

Se fueron y Eugenia no pudo menos que retar a su hija por lo impertinente que había sido con la monjita. Sofía se excusó diciendo que tenía confianza con ella.

-        Me parece bien que vayas a ver a la monjita, te va a hacer bien

-        ¿Te parece?

-        ¿Te animas a confesarte con ella?

-        Nooooo, como le voy a contar las cosas que hice con vos y con la mamá de Luciano

-        Vos estás loca? ¡Nunca se me ocurriría que le cuentes eso!

-        ¿Y entonces?

-        No sé, decile que tenés relaciones con Luciano y que te aconseje

Ay si supieras que la monjita me vio chupándole la pija a Luciano y todo…pensaba Sofía

No dudó en escribirle a la monja

-        Hola hermana, soy Sofía

-        Hola Sofía, sí, me di cuenta por tu foto, ya te agendo

-        Cuando usted me diga le voy a cebar unos mates a su residencia

-        Cuando quieras

-        Aparte quiero agradecerle por su confidencialidad, decía Sofía

-        No hay que hacer travesuras en el colegio

-        Bueno, hermana, le pido perdón

-        Solo a Dios hay que pedirle perdón

-        Si usted no tiene problema, puedo ir el sábado a cebarle unos mates

-        Me encantaría Sofía, te espero

-        Buenísimo hermana

Sofía se sentía contenta de poder hablar con la hermana Mariángeles. No sabía cómo abordarla, pero quería agradecerle personalmente por no decir nada y también quería sacarse la duda de si había estado masturbándose mientras la veía a ella y a Luciano

Pasaron los días y el sábado llegó. A las 4 de la tarde, Sofía pasó por la panadería y compró unas facturas de hojaldre y otras cosas que sabían que iban a gustarle a la hermana. Las cuadras las recorrió con alegría.

Era raro ver el colegio desierto. Los sábados eran así, no había una sola persona. Golpeó la puerta del costado y se dio cuenta que había un timbre. Lo tocó y se oyó la dulce voz de la hermana que preguntaba ¿quién es? Yo, Sofía

Sofía entró tímidamente y se sorprendió al ver a la hermana Mariángeles sin el hábito. No su supo si saludarla o no. Estiró el cuerpo poniendo la mejilla y la hermana la recibió en sus brazos con un cálido abrazo y un beso. Se giró y le dijo acompañame. La hermana iba delante.

Es verdad, que no lucía como la joven de 24 años que era, pero tenía unos encantos que no podía ocultar. Debajo de la camisita abotonada se adivinaban unos pechos turgentes e imponentes de tamaño mediana. También podía ver que sus caderas eran armoniosas con su cuerpo.

Pasaron al cuarto de la hermana y ni bien entró la atmósfera de santidad la invadió. EL cuarto era despoblado y solo tenía un crucifijo en una de las paredes, la imagen del Papa Francisco en otra y un rosario colgando en la otra pared. Esa un cuarto sumamente oscuro, reconoció, ya que no tenía ventanas. Sofía se sintió oprimida en un primer momento, pero cuando pasó el tiempo se acostumbró y comenzó a hablar con la hermana

-        Hermana, le dijo

-        Podes decirme Mari o Angie (Anyi)

-        No se podría, hermana

-        Tenemos casi la misma edad, debes hacerlo, pero solo cuando no estamos delante de otra gente

A Sofía le gustaba ese gesto de complicidad con la hermana o con Angie, como estaba dispuesta a llamarla

-        ¿Como andas en el estudio? Preguntó la hermana

-        No tan bien, herm…perdón Angie

-        Sí, lo sé, ¿en qué materias deberías hacer más esfuerzo?

-        En Matemáticas, herm…Angie

-        Ah bueno, si bien yo doy historia me iba muy bien en matemáticas si queres un día podemos practicar un poco

-        ¡Ay, me encantaría, Angie!

-        Te salió, ¡viste! Me dijiste Angie

-        Luciano también tiene que estudiar matemática, pero no nos dejan vernos fuera de la escuela, le contó Sofía

-        ¿Y por qué motivo no los dejan verse fuera de la escuela?

-        Para que no nos distraigamos y nos enfoquemos en el estudio

-        Ah claro, entiendo

-        Es por eso que…Sofía se detuvo

-        Ah, entiendo, la monja no quiso seguir hablando del tema

La charla continuó por otros carriles. Tanto Sofía y la monja empezaron a hablar y a distenderse cada vez más. Pasaron los minutos y cada vez más parecían amigas de toda la vida. A Sofía le parecía increíble que pudiera sentirse tan a gusto con una monja, aunque para ella la clave estaba ahí, en que no sentía que estaba con una religiosa, sino con una amiga de toda la vida. Se rieron mucho, se contaron muchas cosas, pero sobre todo sentían que se entendían mucho. Sofía evitó contarle intimidades. Lo mismo hizo la monjita.

Llegado el momento de despedirse, sin saber porque, se besaron en la mejilla y se dieron un prolongado abrazo. Sofía pudo sentir los pechos de la monjita apretando los suyos y le provocó excitación. La casta hermana sintió también el contacto físico y no hizo nada por separarse.

-        Chau Angie, gracias por una tarde muy linda, dijo cálidamente Sofía

-        Viste que las monjas no somos tan aburridas, dijo la hermana

-        No, todo lo contrario, siento que podría pasar horas hablando con vos

-        Gracias, yo siento lo mismo

Se despidió Sofía y fue apurada a su casa porque se había hecho realmente tarde. Cuando llegó su madre la estaba esperando. Al ver el rostro radiante de su hija pensó

-        Te fuiste a lo de Luciano, ¿no?

-        No, mami

-        ¡No me mientas Sofía!

-        Te juro que no, estuve toda la tarde con la hermana Mariángeles

-        Si, ¡dale! Vos toda la tarde con una monja

-        No es solo una monja, es una persona y me hice muy amiga

-        No te creo que estuviste más de 4 horas con la monja

-        Mirá!

Sofía le mostró los mensajes de Luciano que le preguntaba dónde estaba. Terminó diciéndole a su madre que iría a estudiar con la hermana los sábados ya que ella se ofreció a enseñarle matemáticas.

-        Está bien, concluyó Eugenia, la madre de Sofía

-        ¡Viste! ¡Mal pensada! Dijo enojada Sofía y se metió en su habitación

 

(continúa acá)

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