La caliente hermana Mariángeles
estaba en el baño de la casa de Sofía vestida con solo un sexi camisón y sin
corpiño debajo. Estaba experimentando cosas que nunca había sentido y eso la
hacía sentirse muy extraña. Buscando un poco de paz se lavó la cara intentando
calmarse. Creía haberlo logrado. Se miró al espejo nuevamente y éste le
devolvió la imagen de una loba en celo. Se giró y abrió la puerta
Cuando dio dos pasos se encontró
a Sofía vestida de monja con el hábito colocado por completo. Eso constituía
una herejía, pero la imagen aparte de sorpresa le produjo risa cuando vio a
Sofía mirándola con seriedad.
-
¡¿Que haces Sofía?!!!! – dijo la monja
-
Yo soy la hermana Mariángeles –dijo divertida
Sofía
-
¡¿Ah sí?! – preguntó divertida la monja. No podía
enojarse con Sofía, era más fuerte que ella
-
¿Y usted quién es? ¿La madre de Sofía? – preguntó Sofía casi al borde de la carcajada
-
Mmmmm, si! Soy la madre de Sofía
-
Eugenia – le aclaró Sofía
-
Sí, soy la madre de Sofía, me llamo Eugenia, un
gusto – La monja le estiró la mano
-
Ah, veo que es tan linda y sexi como su hija –
jugaba Sofía
-
Si, vio hermana, jaja – decía divertida la monja
-
Le tengo que contar unas cosas de su hija,
¿sabe? – dijo Sofía que seguía firme en
su papel de monja
-
¿Si? ¿Hizo algo malo? La monja se divertía
interpretando su rol
-
Si, Sofía es muy traviesa, hace cosas muy
peligrosas
-
¿Si? Decía la monja que se excitaba al escuchar
el juego de Sofía
-
Son cosas que no debería hacer, pero se ve que
es muy pícara
Los pezones de la monja estaban
duros como una piedra. Sofía los contempló con excitación y la monja pudo darse
cuenta de la mirada de Sofía, debajo del hábito, totalmente cargada de deseo.
El juego las estaba excitando a las dos. La monja dio el siguiente paso
-
¿Que cosas hace?
-
Cosas muy atrevidas
-
¿Usted las vio? – Mariángeles quería que Sofía
lo dijera
-
Si, Eugenia – Jugaba Sofía
-
¿Que vio?
-
A Sofía con su novio, chupándole la pija
La hermana Mariángeles tuvo que
apoyarse en la pared para no caerse cuando la escuchó decir impúdicamente la
palabra “pija”
-
Ahhh sí? Es muy atrevida mi hija, entonces – la
monja sabía jugar el juego a la perfección
-
Si, ¿a quién habrá salido tan calentona? – Sofía
le recorría los pechos con la mirada
La hermana Mariángeles no podía
creer que había llegado tan lejos con Sofía. Estaba contra la pared en un
camisón de seda blanco totalmente excitada y con su alumna vestida de monja
calentándola a mas no poder. Era un juego peligroso y perverso, pero le gustaba
y no quería dejar de jugarlo.
Sofía estaba por demás excitada y
saberse sola en la casa con Mariángeles en camisón y esos pechos turgentes a
punto de explotar la llevaban a querer hacer de todo con la monja. Como no
tenía respuesta de la monja en el papel de su madre, Sofía volvió a la carga
-
¿Habrá salido calentona a usted, Eugenia?
-
¡Si! Dijo
la monja
-
¡Me di cuenta! Decía Sofía en el papel de la
hermana mirándole los pezones con atención
-
¿Como se dio cuenta?
-
Porque tiene los pezones parados como ella –
Sofía jugaba al límite
En ese momento, los ojos de la
monja fueron al hábito y vio que a la altura de las tetas de Sofía sobresalían
dos botoncitos que marcaban sus pezones. Se dijo a sí misma que si iba a jugar
iba a hacerlo con todo y respondió
-
Disculpe hermana, pero me parece que usted
también tiene los pezones parados
La monja no supo cómo pudo dejar
que esas palabras salieran de su boca. Sofía se sonrió porque supo que estaba más
cerca y que la monja empezaba a jugar fuerte
-
¿Usted lo dice por esto? – Sofía se acarició el
pezón por encima de la tela y sintió lo duro que estaba excitándose aún mas
-
Si, están como los míos – la monja se los tocó
por encima del camisón imitando a su alumna amiga
-
Mmmmm, disculpe que le diga Eugenia – Jugaba
Sofía
-
Si, hermana, ¿qué pasa? – La monja se divertía
-
Yo le vi los pezones a Sofía y son muy lindos –
Sofía ya no podía detenerse
-
¿Ah sí? ¿Se los vio, hermana? ¿Y le gustaron? – la monja estaba sacada
-
Si, y me preguntaba…Sofía no se animó a seguir
-
¿Qué se preguntaba hermana? - La monja la
invitaba a Sofía a seguir
-
Si habrán salido a los de su madre
Nuevamente Mariángeles tuvo que
apoyarse en la pared. Sofía estaba frente a ella y ahora le miraba las tetas
con un descaro absoluto. Mariángeles estaba tan excitada como nunca había
estado en su vida. No sabía que podía sentirse semejante cosa. Era toda una
novedad y quería explorarla por completo, su cuerpo quería ir hasta el fondo de
todo esto, aunque su mente no estuviera preparada para hacerlo. Sacó fuerzas y
preguntó
-
¿Y como puede saberlo? – la monja estaba temblando
-
Así
Sofía posó su mano en el hombro
casi desudo de la monja, agarró una tira del camisón y la deslizó por el
costado bajándola lentamente. La tela caía y el pecho de la hermana se iba
descubriendo lentamente. Apareció el pezón, rosado intenso, casi morado y
totalmente erecto de excitación. Sofía lo miró y volvió a ponerse en el papel
de la monja
-
No, son mucho más lindos los suyos – dijo y la
miró con una sonrisa perversa
La monja le devolvió la sonrisa y
sentirse expuesta con el pezón erguido pareció darle fuerzas para continuar
-
¿Ah sí? ¿Le gustan, hermana?
-
Bueno, en realidad, solo puedo ver uno…- jugó
Sofía
-
¿Quiere que le muestre los dos para comprobarlo
mejor? – la monjita iba por todo
-
Sí, me gustaría
-
Hágalo usted, hermana – invitándola a que le
bajara el otro bretel
-
Me gustaría que lo haga usted, muéstreme sus
pezones – ordenó perversamente Sofía
La monja juntó más valor y
cruzando su mano tomó el bretel por su parte superior y lo dejó caer al
costado, descubriendo el otro pecho turgente y blanco.
-
Mmmmm, siiii, puedo comprobar que son hermosos,
mejores que los de su hija
-
No creo, mi hija tiene unos pezones hermosos –
la monja estaba desatada en el papel de madre de Sofía
-
Puede ser, pero no tan lindos como los suyos,
Eugenia – Sofía le miraba las tetas y se contenía. No quería dar un paso en
falso, aunque ya habían llegado muy, muy lejos
-
¿Si? ¿Le gustan mis pezones, hermana?
-
Si, Eugenia, sus pezones, es más, sus tetas son
perfectas, me pregunto cómo… -resumía Sofía, que debajo del hábito su cuerpo
también temblaba de excitación
-
¡Cuantas preguntas, hermana! ¿Que se pregunta?
Reía ahora la monja en el papel de madre de Sofía
-
Como se sentirán al tacto…
Mariángeles creyó desmayarse y
volver en solo un segundo. Tomó coraje y le dijo perversamente:
-
Usted puede tocar, hermana, sé que lo hace con
buena intención
-
Siendo así…
Sofía acercó una mano y acarició
la teta por el contorno, suavemente y con las yemas de los dedos se acercaron
lentamente al pezón de la monja, en ese momento una caliente Eugenia.
Cuando la punta del dedo de Sofía
recorrió un círculo alrededor del pezón, la hermana sintió que se moría de
ganas de que su joven alumna haga con ella lo que quisiera.
Sofía estiró la otra mano y
comenzó a hacer lo mismo agarrando ahora ambos pechos y dibujando el contorno
con sus manos
-
Vamos a ver las dos juntas – decía Sofía
-
Si, hermana – dijo la monja
En sus oídos sonó como una
herejía y una perversión llamarla hermana y verla con el hábito puesto, pero
las caricias que sentía en sus tetas la hacían olvidar de todo.
A Sofía le incomodaba el hábito
para moverse con soltura. La tela le impedía hacer los movimientos que ella
quería con las manos y los brazos.
-
El hábito es bastante molesto – dijo Sofía
-
¿Y porque no se lo saca, hermana? – dijo Mariángeles con total soltura en ese
momento
-
Si a usted no le molesta, verme…- decía Sofía jugando
-
No, hermana, va a ser la primera vez que vea a
una monja desnuda, debe ser lindo – ahora la monja jugaba con los roles como
una auténtica maestra
Sofía se separó un metro y
tomándolo por la parte baja se lo sacó por la cabeza. Para sorpresa de la monja,
estaba solo con una pequeña bombacha puesta y las tetas, turgentes y más pequeñas
que las de la monja, lucían hermosas.
-
¡Hermana! ¡No usa nada debajo del hábito! – se reía ahora la monja
-
Sí, es que hacía mucho calor – jugaba Sofía
-
¿Tenía mucho calor, hermana? - Ahora parecía gustarle a la monja hablarle
y nombrarla con el título eclesiástico
-
Si, estaba muy caliente - reía ahora Sofía
-
Claro, la entiendo, hermana – jugaba la monja
Sofía se había acercado y ahora
con sus pechos pequeños buscó tener contacto con las tetas de la monja. Se paró
frente a ella a escasos 30 centímetros y la miró a los ojos.
Era un cuadro digno de
contemplar, las dos de pie, Sofía solo con la pequeña tanga blanca y la monja
con el camisón caído hasta la cintura y esos pechos hermosos y duros de
excitación esperando el contacto de los pechos de la joven y caliente alumna.
Ninguna de las dos sabía qué
hacer ni que decir. Se miraban a los ojos, ahora serias. Respiraban
profundamente intentando calmar los nervios que la excitación les generaban.
Sofía decidió que era ella la que
debía dar el siguiente paso y se inclinó por mantener el perverso juego de
roles en donde era una monja caliente. Se acercó un poco más y los pechos se
apoyaron en los de la monja, que cerró los ojos.
La boca de Sofía se acercó a
centímetros de la boca de la hermana y ésta pudo sentir el cálido aliento de su
alumna. Sofi, como pudo y con la voz temblorosa le dijo:
-
Es usted hermosa como su hija, tiene una boca…
La monja se mojó los labios y
bajó la mirada a la boca de Sofía. Sus ojos vieron esos labios semiabiertos y
supo que quería besarla.
-
¿Le gusta mi boca, hermana? – temblaba la monja
-
Mucho, tanto que - dijo Sofía
-
¿Tanto qué? – preguntaba la monja
Sofía no respondió solo acercó
los labios a los labios de la otra y se tocaron suavemente. Con los pechos pasó
lo mismo, pero casi no lo advirtieron porque estaba cada una pendiente de la
boca de la otra.
Sofía torció levemente la cabeza
para acomodarse y la monja hizo lo propio. Esta vez los labios se apoyaron y se
quedaron así unos segundos.
La monja estaba paralizada, no
supo qué movimiento hacer. Sofía con sus manos la agarró al costado de la cara
acariciándola y abriendo un poco su boca, generó que la monja hiciera lo mismo.
Cuando la lengua de Sofía hizo
contacto con la lengua de la monja, Mariángeles creyó que se desvanecía, pero
no pasó. Retiró la lengua por susto y luego la acercó y busco ella el contacto.
La saliva jugaba un papel fundamental y la boca de Sofía le supo a deseo.
Comenzaron un juego de lenguas
entrelazándose y cuerpos cada vez más pegados en los que no parecían poder
detenerse ninguna de las dos.
Seguían de pie al costado de la
cama de la madre de Sofía. El hábito estaba tirado en el piso y ahora Sofía
deslizaba sus manos por el cuerpo de la monja que quiso corresponder e hizo lo
mismo acariciando la espalda y cintura de Sofía
Se besaban sin parar jugaban con
la lengua de la otra y se buscaban ahora con deseo.
-
Sos hermosa – le dijo Sofía separándose un poco
-
¿Me tutea, hermana? - rio La monja
-
Ah, sí sí, perdón Eugenia – Sofía la besó
nuevamente
-
Que monja hermosa que es usted también - le dijo la hermana caliente
-
Soy una monja muy caliente y con ganas… - Sofía
no se atrevió
-
¿Con ganas de qué, hermana? – La monja sabía que
la respuesta a esa pregunta marcaría un camino sin retorno…
(continúa acá)
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