Bajaron los tres y la monja se
escondía detrás el cuerpo de Luciano hasta llegar a la puerta. Eugenia estaba
contra la ventana mirando hacia afuera.
La monja cuidó que Eugenia no estuviera
mirándola y salió dando dos pasitos cortos, cuando estuvo en la calle se sacó
la gorra y los anteojos. Por instinto, miró hacia atrás y pudo ver que, por la
ventana, Eugenia, la madre de Sofía, estaba mirándola con cara de sorpresa
total.
El contacto visual fue total y
Mariángeles creyó morirse cuando tomó conciencia de que una madre de una alumna
la había presenciado teniendo sexo, a ella UNA MONJA, con el novio de su hija
en la cama que era de su propiedad. Todo junto era una locura. Ahora solo restaba
encomendarse a Dios y rogar que la madre de Sofía no dijera nada.
Eugenia los encaró a los jóvenes
y ellos confesaron que era una amiga de Sofía, pero no quisieron reconocer que
era la monja para protegerla. Eugenia entendió esto como un buen gesto por
parte de los chicos y estuvo tentada de agarrarlo a Luciano y a su hija y
cogérselos ahí mismo, pero se contuvo para tratar de mostrar una seriedad que
interiormente no sentía.
Pasadas unas horas, Eugenia se
comunicó vía WhatsApp con María, la madre de Luciano y le dijo que necesitaba
verla por un tema de los chicos, Luciano y Sofía
-
¿Pasó algo? – se asustó María
-
No, quedate tranquila, pero quiero que hablemos,
nada más – la tranquilizó Eugenia
-
¿Segura? – María no estaba convencida
-
Si si, quedate totalmente tranquila
María pensó mil cosas, como por
ejemplo que Eugenia sabía que ella había cogido con su hija o inclusive con
Luciano. La primera parte era verdad, Sofía se lo había confesado a su madre,
pero no sabía otras cosas.
Quedaron en encontrarse en casa
de Eugenia. La madre de Luciano llegó puntualmente a la hora establecida.
María vestía un pantalón negro de
vestir, tacos negros y una camisa celeste. Eugenia por su parte estaba con un
vestido largo de algodón muy liviano y suelto y calzaba unas ojotas. Ese día,
hacía home office y estaba relajada con su café y tostadas cuando sonó el
timbre de María
-
Pasá, que queres tomar? – rápidamente Eugenia
-
¡No te molestes! – amablemente María respondía
-
¿Tomas un café con leche conmigo?
-
Dale – dijo María
Se sentaron a conversar y Eugenia
no quiso dejar pasar todo lo que habían hecho Sergio y María y quiso hacérselo saber
a su invitada
-
María, no quiero dejar de agradecerte todo lo
que hicieron por Sofía
-
No dudamos cuando supimos todo lo que la quiere
Luciano
-
Si, lo sé, pero es mucho dinero y no sé cómo voy
a hacer para devolvértelo
-
Ya veremos, no te vuelvas loca
-
Quiero vender esta casa y quedarme con la mitad
para pagarles
-
No te apresures, donde vivirían con Sofi – se
apresuró María
-
Tenés razón, pero en algún momento, debo
devolverte toda esa suma – se excusaba Eugenia
-
Lo sé, pero ya va a haber tiempo
-
Gracias por tu comprensión – dijo Eugenia
-
No tenés nada que agradecer – María se sentía
incómoda en el papel de benefactora
-
Quiero que sepan, vos y tu marido, que tengo
todas las cuentas anotadas, sé exactamente todo lo que les debo
-
Bueno, no vine a hablar de eso, ¿o sí?
-
No, está bien
-
Decime, entonces… - sonreía escuetamente María
-
Es por los chicos…
-
¿Pasó algo?
-
Bueno… - Eugenia no sabía cómo encarar la cosa
-
¿Se siguen viendo afuera del colegio? – preguntó María
-
Ayer estuvieron acá, en casa – dijo Eugenia
-
Ah, bueno
-
Más precisamente en mi cama – Agregó la madre de
Sofía
-
¡Ah bueno! Deberían estar muy necesitados de… -
María tampoco se soltaba
-
¿Puedo hablar con confianza con vos, no? –
Eugenia la apuró
-
Totalmente – se relajaba María y un poco estaba
empezando a calentarse
-
Si te cuento algo, ¿me prometes que no vas a
decir nada? – Eugenia la ponía en un lugar que a María la sorprendía
-
Si, obviamente, pero que puede ser…
-
Es algo fuerte y me tenés que prometer que no
vas a hacerlo público
-
No sé de qué hablás – decía María
-
¿Lo prometés? – Insistía Eugenia
-
¡Por supuesto! – fue tajante María
-
No estuvieron solos ellos dos
-
¿Con quién más? – María comenzaba a excitarse y
se le endurecían los pezones
-
Con una mujer
-
Ah, ¿y la conozco? – preguntaba María que ya estaba envidiando a
esa mujer
-
Sí, es del colegio
-
¿Una compañera?
-
No
-
Una profesora
-
Si, muy joven, por cierto, pero eso no es todo
-
¿Qué más?
-
Es una monja…
María sintió como un chorro de
excitación bajaba por su concha
-
¿Como? –
atinó a preguntar
-
Así como lo oís
-
¿Una monja?
-
¿Y te puedo decir una cosa en confianza?
-
Decime
-
No, no me animo – Eugenia lo pensó y se
arrepintió
-
Ahora me lo decís – le ordenó María
-
Luciano se la estaba cogiendo y… - Eugenia se
detuvo
-
¿Y qué? –
a María se le secaba la boca de excitación
-
Tu hijo, vos sabes…
-
¿Que?
-
Tiene algo… - ahora era Eugenia la que mostraba
sus pezones erectos
-
Grande… - dijo María completamente excitada
-
Si, muy li… - Eugenia se detuvo
-
¿Lindo ibas a decir? – la apuró María
-
Sí, no te voy a mentir
-
Ya que estamos en tono de confesiones… - María
no se animaba
-
Sé que estuviste con mi hija – le espetó Eugenia
María no sabía dónde meterse.
Sofía le había contado a su madre que había tenido sexo con ella, su suegra, y
con Luciano? Prefirió ir con pies de plomo y le dijo. Rápidamente utilizó una
frase neutra para que sea ella la que dijera que sabía
-
Si, fue una locura que se nos fue de las manos
-
Ella lo disfrutó mucho – dijo Eugenia
-
¿Si? ¿Vos te enojaste por eso? – María estaba
muy caliente. Necesitaba indagar
-
Al principio me shockeó, no te voy a mentir,
pero después… - Eugenia no se animaba a seguir
-
¿Después qué?
-
Después ella me contó con detalles y realmente
me…discúlpame que te lo diga
-
Podes decirme lo que quieras – María la miró a
los ojos y bajó la mirada a las tetas de Eugenia que lucían paradas y
desafiantes
-
Me calentó – concluyó Eugenia
-
Como ahora, ¿no? – María le miró descaradamente
las tetas
-
Si, como ahora, como vos también, ¿no? – Ahora
Eugenia les devolvió la mirada a las tetas
-
Sí, estoy muy excitada, muy… - María se preguntó
hasta donde se podría llegar
-
¿Muy qué? – Eugenia la alentaba
-
Mojada – María llevó una mano para rozarse la entrepierna
-
Queres tocarte? – Eugenia le preguntó
-
¿Vos?
-
Si vos lo haces, si – Eugenia estaba desinhibida
María sabía que no había retorno
en lo que planteaba su consuegra, la madre de Sofía, y quizás fue por eso que
necesitó dar explicaciones de todo lo que venía.
-
Me muero por tocarme y que me veas como lo hago,
sé que es una locura, que sos la madre de Sofía, que no debería, pero estoy muy
caliente y no me importa que me veas como me toco y me gustaría verte y…
-
Tranquila, vení, vamos a mi cuarto – Eugenia captó
el momento y le ofreció la mano
María tomó la mano de Eugenia y
juntas subieron la escalera lentamente. María le miraba el culo y pensaba si
iba a tener la oportunidad de comérselo.
Entraron a la habitación de
Eugenia, ésta iba adelante y María tiró del brazo para que gire y se puso
delante a centímetros de su boca respirando acompasadamente.
María no dudó en mirarle la boca
y aflojar sus labios como señal de querer besarla. Eugenia, por su parte,
entendió el gesto y como se moría de ganas de hacerlo, inclinó la cabeza hacia
un costado y acercó sus labios
María apretó fuerte los labios
contra los de Eugenia y la agarró de la nuca trayéndola hacia sí y apretando su
cuerpo contra el de la madura y caliente madre de Sofía
Las lenguas salieron, una en busca
de la otra, se encontraron y no se separaron más. Lo que empezó como una charla
caliente, derivó en deseos de tocarse cada una y ahora pasaba a ser un
encuentro lésbico a todo trapo.
Eugenia la abrazó con fuerza y
comenzó luego a desabotonarle la camisita. María sentía mojarse con cada roce.
Los dedos de Eugenia temblaban sobre los botones.
En un solo movimiento, María se
sacó la camisa y se desabrochó el corpiño dejándolo caer al suelo. Las tetas se
mostraron desafiantes ante la madre de Sofía.
Había llegado un momento clave,
Eugenia debía dar el siguiente paso. Ahora tenía a su completa disposición las
tetas de María, podía hacer con ellas lo que quisiera: mirarlas, tocarlas,
besarlas, chuparlas, María pensó que no se iba a animar a mas que tocarlas, pero
se equivocó
Eugenia se lanzó a chupar los
pezones como una desesperada. Obvió los pasos de contemplarlas y acariciarlas.
Fue con su boca directamente al pezón izquierdo, lo aprisionó y lo chupó con
fruición. María la agarró del pelo y la apretó contra sí. Estaba todo dado. Ya
sabía a quién había salido Sofía.
-
Siiii, chupame las tetas así – le dijo María
-
Mmmmm, me moría de ganas desde que entraste! –
dijo Eugenia
-
Mmmmm, así me las chupaba tu hija, sabías? –
María jugaba al filo
-
Mmmmm, me encanta – dijo Eugenia y le mordió el
pezón
-
Aghhhh Aprendió de la mamá, se ve – María se
estaba extralimitando
Lo que María nunca se imaginó es
lo que iba a venir de parte de Eugenia. La muy calentona madre de Sofía comenzó
a decirle cosas muy sucias, a confesarle sus peores guarradas, a hablar en un
tono bien grosero:
-
Sofía es muy putita, pero yo soy bien puta!
-
Aghhhhh siiiii? - María se derretía ante cada
palabra de Eugenia
-
¡Si, y me chupó las tetas y la concha a mí
también! – Eugenia estaba desaforada
-
Ahhhh se comió la concha de la mamá? No sabía
eso – María se calentaba
-
Sí, ¡me cogí a mi hija! ¡Porque soy muy puta
cuando estoy caliente!
-
¿Cómo ahora?
-
¡Como ahora con vos que también sos muy puta! ¿No?
-
Muy puta soy – decía María
-
Yo soy tan puta que me cogí a mi hija y a tu
hijo – Eugenia terminó de decirlo y se arrepintió
A esta altura, ya las ropas
habían volado totalmente y María la miraba a Eugenia para saber si lo había
dicho para calentarla y era una fantasía o era una realidad.
-
¿Es verdad? ¿Te cogiste a tu hija y mi hijo
juntos?
-
Si – decía Eugenia
-
Te quiero chupar la concha – dijo María
-
¿Las dos a la vez? – preguntó Eugenia
-
¿Un rico 69? – María chorreaba de calentura
-
Si, vení – Dijo Eugenia y se acostó boca arriba
en la cama
-
Aghhhhh, mirá que estoy muy mojada – sonreía
María
-
A ver – Eugenia le metió dos dedos en la concha
La humedad y viscosidad de la
concha de María era única, era como meter dedos en aceite tibio. Una verdadera
locura
-
Aghhhhh – dijo María y la besó en la boca a
Eugenia
-
Chupame la concha, dale – pidió Eugenia
-
Y vos a mí – María se acostó encima de ella y
empezaron un caliente 69
-
Aggggggg
-
Mmmmm
-
Aghhhhhh
-
Mmmmm
-
Quiero acabarte en la boca
-
Y yo a vos
-
Voy a acabar, seguí así – bramaba Eugenia
-
¡Yo también putita! – la insultaba María
-
Aghhhhh acaboooooo que putas que somos!!!!
-
Aghhhhh aghhhhh siiiii – María acababa también
-
¡Qué puta hermosa que sos! – se animaba Eugenia
-
Tan puta como vos
Todo parecía haber terminado, se
iban tranquilizando y acomodando en la cama desnudas y besándose, pero a María
aun le quedaba una ficha más y quiso jugarla
La miró a Eugenia a los ojos y
bajó a chuparle las tetas. Mientras le metía dos dedos
-
Tenés más ganas?
-
Si, ¿vos no?
-
No se… - mintió Eugenia
-
Queres que te cuente una cosa? – María jugaba
-
Si
-
¡Yo también me cogí a mi hijo y con Sofía, los
tres! – María se soltó
Cuando escuchó esto, de la concha
de Eugenia pareció salir como un chorrito de excitación que no pasó
desapercibido para María, que se agachó y le dijo quiero que me acabes en la
boca de vuelta
-
Aghhhhh en serio te cogiste a tu hijo? –
preguntaba Eugenia
-
Siiii, me cogió con esa pija hermosa y enorme
que tiene
-
Mmmmm que delicia! Me acuerdo y acabo
-
Y me chupó la concha tu hija mientras me cogía
mi hijo – decía María sin dejar de chuparle la concha a la madre de Sofía
-
Aghhhh como me haces acabar, hija de puta! –
Eugenia se salía de sus casillas
-
Sofía es una hija de puta! ¿No? – reía María mientras chupaba los fluidos de
Eugenia que no paraban de brotar
-
Aghhhhhhhh ahhhhhh me haces acabar y reír al
mismo tiempo! – Eugenia convulsionaba
-
¡No te enamores de mí! – reía María
-
¡Con lo que me haces acabar y reír es muy
probable, ojo! – Dijo Eugenia y se acostó besando a María y compartiendo los
sabores de sus conchas jugosas
-
¡Qué hermosa que sos! – María le besaba toda la
cara con besos cortitos ahora
-
Bueno, mi hija tiene a quien salir, ¿no?
-
Si, Sofía es como una pequeña Eugenia – reía
María y la besaba
-
Ahora me dieron ganas…
-
¿De qué? Decilo, no me vas a decir que tenés
vergüenza!
-
De enfiestarme con vos y con Luciano, si es
verdad lo que me dijiste – dijo Eugenia
-
Es verdad, pero…
(continúa acá)
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